viernes, 15 de marzo de 2013

Libros en todo el mundo


Llevo toda la semana en Nueva York y, cuando la lluvia y mi escaso tiempo libre me lo permiten, me estoy dedicando a una de mis actividades favoritas: visitar bibliotecas y librerías.

La crisis del libro también ha llegado aquí de alguna forma, estoy encontrando menos librerías de las que recordaba, por supuesto ya no está Borders y algunas Barnes & Noble han cerrado, pero sigue habiendo una buena oferta y me gusta como ellos mismos se refieren a las pequeñas librerías (en contraposición a las inmensas tiendas de grandes cadenas, que más parecen almacenes) como “europeas”. 

En cualquiera de ellas, lo primero que hago es investigar la mesa de novedades, que es para mí como asomarme a la intimidad de lo que están leyendo en otro país, y luego de dar una vuelta me voy a buscar la sección de libros en español. En el mejor de los casos, me encuentro unas cuatro estanterías, pero lo habitual es que sean solo una o dos, lo que realmente me sorprende en una ciudad donde se escucha español en la calle de forma habitual. Luego pienso en la dificultad que supone enviar libros hasta aquí, en un proceso pesado y costoso que incluye un largo viaje en barco y el paso por aduanas y agentes exportadores, que repercuten también en el precio de un producto ya de por sí más caro en origen que el local, y entiendo la poca variedad.

Este es otro de los problemas que el libro electrónico resuelve de un plumazo: acceso global, inmediato y sin sobrecoste. Libros de todo el mundo, en cualquier idioma, en todo el mundo. Lo que echo de menos, sin embargo, es ese escaparate universal que nos deje encontrarlos con facilidad.

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