jueves, 30 de enero de 2014

El e-reader busca su hueco, en USA y aquí

Una de mis lecturas de esta mañana ha sido un artículo de Paula Corroto, en Diario Turing, el magazine sobre tecnología de El Diario, hablando sobre el panorama de ventas de tabletas y e-readers en los Estados Unidos; un país en el que siempre hay que fijarse porque lo que ocurre allí indefectiblemente acaba por trasladarse a España.

Realmente no da ningún dato que chirríe, ya que ya desde el propio titular constata lo que todos vemos a diario: las tabletas se venden muchísimo, pero a la gente que le apasiona leer le gusta hacerlo en e-reader; cuando no lo hace en papel, claro.

Un dato que me tranquiliza es que, aunque sea moderadamente, el número de hogares que tiene un lector electrónico sigue aumentando en USA, ya que realmente a veces temo por el futuro de este tipo de dispositivos.

Realmente los gadgets juegan su propio juego de las sillas: los ordenadores portátiles desplazan a los de sobremesa, empiezan a verse tabletas lo suficientemente potentes, y con teclados como periférico que pueden llegar a desplazar a los portátiles, las tabletas, (de nuevo), han arrinconado en parte a los e-readers, porque aunque sean peores para leer sirven para más cosas, y los smartphones son una especie de plaga bíblica que podrían llegar a desplazar, por ejemplo, a las tabletas de gama media-baja.

En todo este maremagnum, los e-readers buscan su hueco.

jueves, 23 de enero de 2014

El crecimiento (o no) de los lectores digitales

No es la primera vez que hago esta afirmación, e imagino que no será la última, pero estoy un poco cansada de esta guerra entre papel y digital en el mundo del libro. Día sí y día también nos encontramos con un nuevo estudio/encuesta/análisis/opinión sobre si el libro de papel está a punto de extinguirse o el digital está predestinado a morir antes casi de haber nacido. No me cabe ninguna duda de que detrás de cada afirmación, más o menos justificada, en un sentido o en otro, suele haber algún tipo de interés, por cierto.

La semana pasada se hizo público uno de estos estudios, el último del Pew Research Center, sobre hábitos y posesión de dispositivos electrónicos de lectura en Estados Unidos, cuyas conclusiones refuerzan mi opinión de que la guerra de formatos no es tal sino que ambos pueden y muy probablemente vayan a cohabitar pacíficamente durante un buen tiempo.

Dice el estudio que la mitad de los norteamericanos tienen ahora al menos una tableta o un lector electrónico y que la posesión de ambos tipos de dispositivos sigue experimentando un aumento (es decir, por ahora el dispositivo electrónico exclusivo para lectura no se está muriendo, como también se ha augurado en algún momento). También afirma que el número de estadounidenses que lee en formato digital sigue creciendo, aunque no de la forma exponencial que algunas voces proclamaban, pero la lectura de libros impresos también, sin que pueda evidenciarse por los datos recolectados para este estudio que uno de los formatos esté sustituyendo al otro.

No solo me parecen unas conclusiones razonables, sino que además se ajustan a mi propia experiencia y a lo que veo a mi alrededor (que ya sé que no tienen ninguna validez a nivel estadísitico): los lectores habituales puede que tengamos una tableta pero para leer utilizamos un dispositivo de tinta electrónica, que proporciona una mejor experiencia de lectura, y aunque leamos en formato digital, en mayor o menor medida, seguimos comprando y leyendo libros de papel, y lo seguiremos haciendo.

jueves, 16 de enero de 2014

La función del editor


Uno de los blogs sobre edición que sigo, y que os recomiendo vivamente si os interesa el tema (imagino que sí, ya que estáis leyendo esto), es el que escribe Txetxu Barandiarán, Cambiando de tercio. Los textos que allí encuentro me han enseñado bastantes cosas pero, sobre todo, me han hecho reflexionar a menudo sobre este medio, a veces incluso durante bastante tiempo.

Es el caso de una entrada del mes pasado, ¿Más autores que lectores?, en el que Barandiarán hace una estupenda síntesis del auge de la autopublicación, en gran parte gracias a la edición digital y de los mediadores nuevos y antiguos que sacan provecho de esta, y se pregunta si este boom en la creación de contenidos (no solo en forma de libros) no estará superando la demanda por parte de los lectores.

Es una pregunta que yo misma me he hecho numerosas veces, particularmente cuando hago recuento de los manuscritos espontáneos que llegan al buzón de la editorial. Siempre he pensado que la función del editor era precisamente ser un mediador entre autor y lector, pero cada vez estoy más convencida de que la definición correcta de esta función es ser un buscador de lectores.